domingo, 31 de agosto de 2008



EN ESTE ÁLBUM REALIZADO POR DON JOSÉ PASCUAL CABEDO, TODAS MENOS LAS 5 PRIMERAS QUE HAN SIDO REALIZADAS POR OTRA PERSONA, SON IMÁGENES DE LA BASÍLICA DONDE REPOSAN LOS RESTOS DE SAN PASCUAL, SU CUERPO SE MANTUVO INCORRUPTO HASTA LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA, 1936, FECHA EN LA QUE FUE QUEMADO SU CUERPO, Y DEL QUE SÓLO SE CONSERVA SU CRÁNEO

DON JOSÉ PASCUAL CABEDO HA REALIZADO ESTAS FOTOS PARA QUE UDS PUEDAN VER EL LUGAR DONDE REPOSAN LOS RESTOS DE SAN PASCUALSÉ









FOTOS REALIZADAS POR DON PASCUAL CABEDO, FOTÓGRAFO DE LA SECCIÓN DE LA ADORACIÓN NOCTURNA DE VILLARREAL
SEPULCRO DE SAN PASCUAL, LUGAR DONDE ESTAN GUARDADOS LOS RESTOS DEL SANTO

domingo

Día litúrgico: Domingo XXII (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 16,21-27): En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios».

Entonces dijo a los discípulos: «El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta»

Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)

«El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga»

Hoy, contemplamos a Pedro —figura emblemática y gran testimonio y maestro de la fe— también como hombre de carne y huesos, con virtudes y debilidades, como cada uno de nosotros. Hemos de agradecer a los evangelistas que nos hayan presentado la personalidad de los primeros seguidores de Jesús con realismo. Pedro, quien hace una excelente confesión de fe —como vemos en el Evangelio del Domingo XXI— y merece un gran elogio por parte de Jesús y la promesa de la autoridad máxima dentro de la Iglesia (cf. Mt 16,16-19), recibe también del Maestro una severa amonestación, porque en el camino de la fe todavía le queda mucho por aprender: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios» (Mt 16,23).

Escuchar la amonestación de Jesús a Pedro es un buen motivo para hacer un examen de conciencia acerca de nuestro ser cristiano. ¿Somos de verdad fieles a la enseñanza de Jesucristo, hasta el punto de pensar realmente como Dios, o más bien nos amoldamos a la manera de pensar y a los criterios de este mundo? A lo largo de la historia, los hijos de la Iglesia hemos caído en la tentación de pensar según el mundo, de apoyarnos en las riquezas materiales, de buscar con afán el poder político o el prestigio social; y a veces nos mueven más los intereses mundanos que el espíritu del Evangelio. Ante estos hechos, se nos vuelve a plantear la pregunta: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida?» (Mt 16,26).

Después de haber puesto las cosas en claro, Jesús nos enseña qué quiere decir pensar como Dios: amar, con todo lo que esto comporta de renuncia por el bien del prójimo. Por esto, el seguimiento de Cristo pasa por la cruz. Es un seguimiento entrañable, porque «con la presencia de un amigo y capitán tan bueno como Cristo Jesús, que se ha puesto en la vanguardia de los sufrimientos, se puede sufrir todo: nos ayuda y anima; no falla nunca, es un verdadero amigo» (Santa Teresa de Ávila). Y…, cuando la cruz es signo del amor sincero, entonces se convierte en luminosa y en signo de salvación.

sábado, 30 de agosto de 2008

sabado

Día litúrgico: Sábado XXI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 25,14-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio, el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

»Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’. Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».

Comentario: Rev. D. Albert Sols i Lúcia (Barcelona-España)

«Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda»

Hoy contemplamos la parábola de los talentos. En Jesús apreciamos como un momento de cambio de estilo en su mensaje: el anuncio del Reino ya no se limita tanto a señalar su proximidad como a describir su contenido mediante narraciones: ¡es la hora de las parábolas!

Un gran hombre decide emprender un largo viaje, y confía todo el patrimonio a sus siervos. Pudo haberlo distribuido por partes iguales, pero no lo hizo así. Dio a cada uno según su capacidad (cinco, dos y un talentos). Con aquel dinero pudo cada criado capitalizar el inicio de un buen negocio. Los dos primeros se lanzaron a la administración de sus depósitos, pero el tercero —por miedo o por pereza— prefirió guardarlo eludiendo toda inversión: se encerró en la comodidad de su propia pobreza.

El señor regresó y... exigió la rendición de cuentas (cf. Mt 25,19). Premió la valentía de los dos primeros, que duplicaron el depósito confiado. El trato con el criado “prudente” fue muy distinto.

Dos mil años después, el mensaje de la parábola sigue teniendo una gran actualidad. Las modernas democracias caminan hacia una separación progresiva entre la Iglesia y los Estados. Ello no es malo, todo lo contrario. Sin embargo, esta mentalidad global y progresiva esconde un efecto secundario, peligroso para los cristianos: ser la imagen viva de aquel tercer criado a quien el amo (figura bíblica de Dios Padre) reprochó con gran severidad. Sin malicia, por pura comodidad o miedo, corremos el peligro de esconder y reducir nuestra fe cristiana al entorno privado de familia y amigos íntimos. El Evangelio no puede quedar en una lectura y estéril contemplación. Hemos de administrar con valentía y riesgo nuestra vocación cristiana en el propio ambiente social y profesional proclamando la figura de Cristo con las palabras y el testimonio.

Comenta san Agustín: «Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la condición humana y de la reflexión apoyada en la fe que no advirtamos nuestros peligros. Pero nos consuela el que, donde está nuestro peligro por causa del ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras oraciones».

jueves, 28 de agosto de 2008

como ser un verdadero adorador















jueves

Día litúrgico: Jueves XXI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 24,42-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si el mal siervo aquel se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda’, y se pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Comentario: +Rev. D. Albert Taulé i Viñas (Barcelona, España)

«Estad preparados»

Hoy, el texto evangélico nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor: «No sabéis qué día vendrá» (Mt 24,42). Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer ni dormirnos: hay que estar siempre preparados. Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo... Quizá hoy nos hablaría de un portero de fútbol que no sabe cuándo ni de qué manera le vendrá la pelota...

Pero, quizá, antes debiéramos aclarar de qué venida se nos habla. ¿Se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante. Pero, haciendo un cálculo de probabilidades, quizá nadie de nuestra generación será testimonio de un cataclismo universal que ponga fin a la existencia de la vida humana en este planeta. Y, por lo que se refiere a la muerte, esto sólo será una vez y basta. Mientras esto no llegue, ¿no hay ninguna otra venida más cercana ante la cual nos convenga estar siempre preparados?

«¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales). Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de inspiraciones internas, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, el Señor llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Hoy, si comulgamos, esto volverá a pasar. Hoy, si escuchamos pacientemente los problemas que otro nos confía o damos generosamente nuestro dinero para socorrer una necesidad, esto volverá a pasar. Hoy, si en nuestra oración personal recibimos -repentinamente- una inspiración inesperada, esto volverá a pasar.

miércoles, 27 de agosto de 2008

MIÉRCOLES

Día litúrgico: Miércoles XXI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Comentario: +Rev. D. Lluís Roqué i Roqué (Manresa-Barcelona, España)

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!»

Hoy, como en los días anteriores y los que siguen, contemplamos a Jesús fuera de sí, condenando actitudes incompatibles con un vivir digno, no solamente cristiano, sino también humano: «Por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad» (Mt 23,28). Viene a confirmar que la sinceridad, la honradez, la lealtad, la nobleza..., son virtudes queridas por Dios y, también, muy apreciadas por los humanos.

Para no caer, pues, en la hipocresía, tengo que ser muy sincero. Primero, con Dios, porque me quiere limpio de corazón y que deteste toda mentira por ser Él totalmente puro, la Verdad absoluta. Segundo, conmigo mismo, para no ser yo el primer engañado, exponiéndome a pecar contra el Espíritu Santo al no reconocer los propios pecados ni manifestarlos con claridad en el sacramento de la Penitencia, o por no confiar suficientemente en Dios, que nunca condena a quien hace de hijo pródigo ni pierde a nadie por el hecho de ser pecador, sino por no reconocerse como tal. En tercer lugar, con los otros, ya que también —como Jesús— a todos nos pone fuera de sí la mentira, el engaño, la falta de sinceridad, de honradez, de lealtad, de nobleza..., y, por esto mismo, hemos de aplicarnos el principio: «Lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie».

Estas tres actitudes —que podemos considerar de sentido común— las hemos de hacer nuestras para no caer en la hipocresía, y hacernos cargo de que necesitamos la gracia santificante, debido al pecado original ocasionado por el “padre de la mentira”: el demonio. Por esto, haremos caso de la exhortación de san Josemaría: «A la hora del examen ve prevenido contra el demonio mudo»; tendremos también presente a Orígenes, que dice: «Toda santidad fingida yace muerta porque no obra impulsada por Dios», y nos regiremos, siempre, por el principio elemental y simple propuesto por Jesús: «Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’» (Mt 5,37).

María no se pasa en palabras, pero su al bien, a la gracia, fue único y veraz; su no a mal, al pecado, fue rotundo y sincero.

martes, 26 de agosto de 2008

MARTES

Día litúrgico: Martes XXI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».

Comentario: Hno. Lluís Serra i Llansana, marista (Roma, Italia)

«Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura»

Hoy, Jesús toma una clara actitud de denuncia: «¡Ay de vosotros (...)! ¡Ay de vosotros (...)!» (Mt 23,23.25). Su objetivo son los maestros de la Ley y los fariseos, que representan a las clases poderosas porque ejercen sobre el pueblo un dominio espiritual y moral. ¿Cómo pueden orientar a la gente si son “guías ciegos”? Su ceguera reside en la incoherencia de observar escrupulosamente los pequeños detalles, que tienen su importancia, y dejar de lado las cosas fundamentales, como la justicia, el amor y la fidelidad. Tienen cuidado de su imagen, que no corresponde con su interior, lleno de «rapiña y codicia» (Mt 23,25). Curiosamente, Jesús emplea términos relativos a aspectos económicos.

El Evangelio de hoy constituye una invitación a que las personas y los grupos más relevantes de las comunidades cristianas, es decir, sus guías, hagan un examen de conciencia. ¿Respetamos los valores fundamentales? ¿Valoramos más las normas que a las personas? ¿Imponemos a los demás aquello que no somos capaces de cumplir nosotros mismos? ¿Hablamos desde la suficiencia de nuestras ideas o desde la humildad de nuestro corazón? Como decía Helder Cámara: «Quisiera ser un charco de agua para reflejar el cielo». ¿Ve la gente en sus pastores hombres de Dios, que distinguen lo accesorio de lo fundamental? La debilidad merece comprensión, la hipocresía provoca rechazo.

Al escuchar el Evangelio de hoy podemos caer en una trampa. Jesús dice a los maestros de la Ley y a los fariseos que son hipócritas. También los había sinceros. Nosotros podemos pensar que este texto se puede interpretar actualmente para los obispos y sacerdotes. Ciertamente, como guías de las comunidades cristianas, tienen que estar atentos para no caer en las actitudes que Jesús denuncia, pero hay que recordar que todo creyente —hombre y mujer— puede alojar en su interior un “fariseo ciego”. Jesús nos invita: «Purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura» (Mt 23,26). La espiritualidad tiene las raíces en el interior del corazón.

lunes, 25 de agosto de 2008

EVANGELIO DIARIO

Día litúrgico: Lunes XXI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Comentario: P. Raimondo Sorgia Mannai OP (San Domenico di Fiesole-Florència, Italia)

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos!»

Hoy, el Señor nos quiere iluminar sobre un concepto que en sí mismo es elemental, pero que pocos llegan a profundizar: guiar hacia un desastre no es guiar a la vida, sino a la muerte. Quien enseña a morir o a matar a los demás no es un maestro de vida, sino un “asesino”.

El Señor hoy está —diríamos— de malhumor, está justamente enfadado con los guías que extravían al prójimo y le quitan el gusto del vivir y, finalmente, la vida: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros!» (Mt 23,15).

Hay gente que intenta de verdad entrar en el Reino de los cielos, y quitarle esta ilusión es una culpa verdaderamente grave. Se han apoderado de las llaves de entrada, pero para ellos representan un “juguete”, algo llamativo para tener colgado en el cinturón y nada más. Los fariseos persiguen a los individuos, y les “dan la caza” para llevarlos a su propia convicción religiosa; no a la de Dios, sino a la propia; con el fin de convertirlos no en hijos de Dios, sino del infierno. Su orgullo no eleva al cielo, no conduce a la vida, sino a la perdición. ¡Que error tan grave!

«Guías —les dice Jesús— ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello» (Mt 23,24). Todo está trocado, revuelto; el Señor repetidamente ha intentado destapar las orejas y desvelar los ojos a los fariseos, pero dice el profeta Zacarías: «Ellos no pusieron atención, volvieron obstinadamente las espaldas y se taparon las orejas para no oír» (Za 7,11). Entonces, en el momento del juicio, el juez emitirá una sentencia severa: «¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!» (Mt 7,23). No es suficiente saber más: hace falta saber la verdad y enseñarla con humilde fidelidad. Acordémonos del dicho de un auténtico maestro de sabiduría, santo Tomás de Aquino: «¡Mientras ensalzan su propia bravura, los soberbios envilecen la excelencia de la verdad!».

http://www.evangeli.net

miércoles, 20 de agosto de 2008


VIGILIAS A CELEBRAR POR LA ADORACIÓN NOCTURNA DE VILLARREAL

Septiembre 20: Ord. Turno S. Jaime y S. Pascual
Septiembre 27 : Vigilia Extraordinaria de Torrehermosa, lugar de nacimiento de San Pascual
Octubre 11 : Ordinaria Turno s. Jaime
Octubre 18 : Vigilia Vocacional ( Segorbe), que es donde reside el Obispo, aunque también hay Palacio Episcopal en Castellón
Noviembre 1: Extraordinaria Difuntos
Noviembre 22 : Ordinaria Turno de S. Jaime
Diciembre 7 : Vigilia Inmaculada
Diciembre 20 : Ord. turno de S. Jaime y . Pascual
Diciembre 31: Vigilia Fin de Año

martes, 19 de agosto de 2008

lunes, 18 de agosto de 2008

ORACIÓN AVE MARÍA DE LOURDES
TAMTUM ERGO

martes, 5 de agosto de 2008

lunes, 4 de agosto de 2008

ADORACIÓN NOCTURNA INTERNACIONAL

TEMA DE REFLEXIÓN
AGOSTO 2008


¡DICHOSOS LOS INVITADOS AL BANQUETE DE BODAS DEL CORDERO¡
(Ap 19,9)
En cierta ocasión, uno de los comensales invitados con Jesús a comer en casa de un fariseo comentó:" ¡ Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios¡" (Lc 14,15).
La frase del anónimo comensal se explicaba en el ambiente de expectación mesiánica que sin duda dominaba la conversación de los convidados juntamente con Jesús a aquel banquete.
Responde, por otra parte, a la concepción materialista que del Mesías futuro y de su reino en la tierra tenían los judíos de aquel tiempo.
es comprensible que un piadoso fariseo envidaría la suerte de los que un día se pudieran sentar con el Rey mesiánico.
Jesús aprovechó la ocasión para hacer ver a los presentes que el rechazo de su mensaje equivalía a despreciar la invitación de Dios al banquete del Reino, y que por ello los primeros invitados, que eran ellos, iban a ser sustituídos por el desecho del pueblo judío - los pobre e impuros de Israel ( "plazas y calles de la ciudad") - y por lo paganos ( errantes por los "caminos y las cercas"). (Lc 14,16-24;Mt 22,2-10).
Sorprende, sin embargo, que Jesús conservara la imagen material del banquete para expresar la naturaleza espiritual y transcendente del Reino de Dios tanto en su estadio terreno como en la etapa final de la gloria.

Y es que ya Isaías había descrito como un banquete divino los tiempos mesiánicos: " Hará Yaveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos, manjares, suculentos, vinos depurados". (Is 25,6).
Por ello Jesús habla repetidas veces del banquete mesiánico: "Vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos". (Mt 8,11). "No beberé de este producto de la vid - dijo en la Última Cena - hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios". (Mc 14,25; Mt 26,29). Y en la misma ocasión añadió: "Dispongo de un Reino para vosotros como mi Padre lo dispuso para Mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino". (Lc 22,29 ss).


y lo llama "banquete de bodas" : Los discípulos eran "los invitados a la boda", que no debía "ponerse tristes mientras el novio estaba con ellos" (Mt 9,15). Era la parábola de las 10 vírgenes, "las que estaban preparadas - cuando llegó el novio- entraron con él al banquete de boda". (Mt 25,10). Y en el relato del Primer Evangelista Jesús introduce la parábola de los invitados con éstas palabras : "El Reino de los Cielos es semenjante a un Rey que celebró el banquete de bodas de su Hijo". (Mt22,2). Y con las Bodas del Cordero en la Jerusalén celestial termina San Juan su apocalipsis, y oye a un ángel decir: "¡Dichosos los invitados al Banquete de Bodas del Cordero!". (Ap 19,9).

Yo sé que no se trata, Señor de una simple metáfora.
Tu Reino aquí en la Tierra es un banquete de bodas.
Gracias a tus desposorios con la naturaleza humana que asumiste, se ha hecho posible tu presencia visible entre nosotros " para que tuviéramos vida y la tuviéramos abundante". (Jn 10,10). Para celebrar ese inefable matrimonio, y como alimento de esa vida, instituiste, Señor, el Banquete Eucarístico : "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna ... Lo mismo que el Padre que vive me ha enviado y Yo vivo por el Padre, también el que coma vivirá por Mí".(Jn 6,54-57).

Y banquete real - no metafórico- será la posesión perpetúa de tu Divinidad en el cielo.
Haz Señor, que yo responda agradecido a tu generosa y gratuita invitación.
Golpea fuerte a mi puerta ... por si me duermo.
Repíteme con paciencia - como el ángel tibio de Ladiocea- tu amorosa llamada: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa, y cenaré con él y él conmigo". (Ap3,20).
¡Y me llamarán dichoso todas las generaciones!.
... Como a tu Madre, la primera que Te abrió.

CUESTIONARIO

1. ¿Agradezco la invitación generosa de Dios al Banquete de su Reino, primero aquí y luego en la gloria?.

2. ¿Me siento dichoso de participar en él?

3. ¿Lamento la desgracia de los que no aceptan la invitación, y me presto a ayudarles para que respondan debidamente?.



PRESIDENTE

DON MANUEL USÓ